En lo personal ya no considero necesario conocer de cualquier fuente la
triste realidad del sistema educativo mexicano, pues son verdades de Perogrullo
el saber que contamos con un sistema magisterial anacrónico, inveterado,
corrupto y diletante conformado por un buen número de docentes sin vocación,
sin preparación y sin compromiso real para con la educación pública. De ahí que
los datos arrojados resultan ser en el mejor de los casos cíclicos, pues
siempre son los mismos.
Sin embargo, no son los maestros los verdaderos culpables de nuestra
desgracia educativa y de ser un país de
reprobados, sino que el verdadero problema recae en el pernicioso Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), quien con todo su poder se ha
opuesto en la práctica a la evaluación, al desempeño meritocrático, a la
innovación, a la mejora continua y a la actualización docente.
Dicha aberración sindical parece no tener límites, pues su lideresa
vitalicia alega siempre ataques políticos cuando alguna autoridad intenta meter
en cintura al magisterio en éste país. Siendo que las tácticas políticas y
chantajistas son propias de dicho gremio y no conforme con obstaculizar el
desarrollo educativo de este país, que por cierto les resulta cómodo a un buen
número de profesores, ahora buscan perpetuar con términos eufemísticos la
dirigencia de Elba Esther Gordillo y chantajear al gobierno entrante de Peña
Nieto con una serie de exigencias que resultan insultantes para el grueso de la
población: Ampliación de cuatro a seis años la duración de los cargos
sindicales, salario mínimo de los maestros fijado en seis salarios mínimos, es
decir, poco más de once mil pesos; que el aguinaldo y la prima vacacional sigan
exentos de Impuesto Sobre la Renta (ISR), incrementos en los programas de
carrera magisterial y administrativa. Así como la redirección del 8% del PIB a
la educación en México.
No solo insultantes, sino hasta ignominiosas dichas peticiones, pues en
este país no deben existir ciudadanos de primera y de segunda ni mucho menos
grupos privilegiados que ni siquiera merezcan privilegios, emolumentos,
canonjías por presentar un mediocre desempeño tanto en las evaluaciones de los
profesores que en su mayoría salen reprobados, así como en los estudiantes
también reprobados producto del paupérrimo desempeño de los docentes en clase.
Lo que realmente preocupa es que el próximo gobierno ceda ante las exigencias
del SNTE, pues hasta la fecha ninguna autoridad ha tenido los arrestos
suficientes como para meter en cintura a tan pernicioso gremio educativo. De
ahí que llegarán y se irán reformas, acuerdos e intenciones loables de
renovación educativa, no obstante, quedarán en el anaquel de las buenas
intenciones si no se arremete de una buena vez contra el sindicato, sus líderes
y los integrantes conformistas que gozan de vivir rodeados de privilegios en
base a ley del mínimo esfuerzo.