VOTO POR VOTO
En la elección presidencial del año 2006 en lo personal no me quedo duda
alguna del fraude electoral cometido en contra de Andrés Manuel López Obrador y
la Coalición por el Bien de Todos, pues el margen entre Calderón y AMLO era
demasiado cerrado que podía considerarse empate técnico y las irregularidades
fueron muchas, desde la intervención del mismo ex presidente Fox en el proceso
electoral violentando la imparcialidad, hasta el recuento parcial de casillas
ordenado por el TEPJF que arrojo una serie de irregularidades que bastaban para
haber anulado dicha elección.
Seis años después, el mismo López Obrador ahora al frente de la coalición
Movimiento Progresista vuelve a ser derrotado, pero ahora por el PRI en la
persona de Enrique Peña Nieto. Y nuevamente el tabasqueño vuelve a gritar a los
cuatro vientos la existencia de un nuevo fraude y exige al IFE recuento total
de votos.
Las diferencias son, sin embargo, totalmente asimétricas, pues ahora no
hubo intervención presidencial, tampoco existió guerra sucia mediática como
hace seis años, AMLO participo en el debate y hace seis años no, y, finalmente,
lo más importante: el margen entre AMLO y el puntero es ciertamente
considerable, pues estamos hablando de poco más de 5 millones de votos. Las
condiciones para exigir un recuento total son ahora más que nunca mínimas y poco probables.
Siempre he simpatizado, más no militado con la izquierda. Y como buen
simpatizante me parece que es propio reconocer la derrota a pesar de las
irregularidades que toda elección por antonomasia presenta. Por ello considero
que AMLO debe detener de una buena vez algo que se le puede salir de control y
terminar por lacerar seriamente la imagen de la izquierda en este país. Y debe
entonces transformarse en un líder social que de seguimiento a los compromisos
de Peña Nieto en campaña y proponga a través de su bancada iniciativas en la
búsqueda de dar salida a sus compromisos, pues esa es la dinámica de la
Democracia. Al tiempo que trabaja en el fortalecimiento de la izquierda y de un
posible presidenciable como lo puede llegar a ser Marcelo Ebrard o Miguel A.
Mancera, reciente triunfador por el PRD
en el DF.
Pues en estos momentos lo que el país menos necesita es un nuevo episodio
de encono político-partidista que es preciso mencionar, no va a tumbar nunca la
elección del pasado domingo primero de Julio. Porque no solo está en juego la
imagen de la izquierda, sino la propia imagen del Instituto Federal Electoral
(IFE), quien mucho a sufrido para enmendar los errores cometidos en la elección
del 2006.
Por salud democrática, institucional y personal, AMLO debe asumir el papel
de estadista que ha presumido ser, y debe aceptar de una buena vez su derrota,
pues insisto, las condiciones son ahora menos favorables para el tabasqueño.