viernes, 8 de junio de 2012


BODAS GAY

Sinceramente no entiendo actitudes tan retrogradas, anacrónicas y conservadoras que todavía se siguen aferrando a entrometerse en la vida privada de las personas e intentar minar garantías constitucionales como la igualdad y la libertad de decidir tanto que religión profesar, así como las preferencias sexuales de cada persona.
Y es que entidades como Oaxaca siguen negando el matrimonio civil a personas del mismo sexo. Parecería algo “normal” en un Estado regido principalmente por usos y costumbres que incluso llegaron a impedir que una mujer gobernara uno de los municipios oaxaqueños tan sólo por el hecho de ser mujer y a pesar de haber resultado favorecida por la mayoría de los votos. Me refiero a Eufrosina Cruz. Por ello no me sorprendería que dicho anacronismo mental se trasladara al ámbito de los matrimonios gay. Sin embargo, al tratarse también de Estados tales como Jalisco y Baja California la tendencia se vuelve más contundente y nos deja atisbar un escenario repleto de atavismos mentales que se vuelven anatemas sociales.
Y es que precisamente una de las máximas constitucionales es que todos somos iguales ante la ley y que queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional […] preferencias, estado civil, etc., etc.
Y la sola negativa a unir en matrimonio civil a dos personas del mismo sexo denota discriminación en todos los sentidos, y abonando a tal felonía, dichas actitudes van en contra del mandato de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que en 2010 declarara la constitucionalidad de dichos matrimonios en el Distrito Federal y de paso ordenara a las entidades federativas reconocer los actos jurídicos de ese tipo de matrimonios.
Por ello me parece apropiado y saludable que la Suprema Corte analice las negativas de los Estados que impiden en estos momentos las bodas gay. Pues me parece que dichos actos discriminatorios abonan y fomentan entre la sociedad una cultura de intolerancia, falta de criterio, discriminación y anacronismo mental para con las minorías y su derecho a acceder a las prerrogativas que por el sólo hecho de ser ciudadanos mexicanos deben de poseer sin la más mínima cortapisa.
En la conclusión de la Suprema Corte está una buena parte del futuro de nuestro país, es decir, la existencia de una verdadera democracia incluyente que fomente valores como el respeto y la tolerancia dignos de un estado liberal. O regresar, guardadas todas las proporciones, a un estado de inquisición en donde no ser “normal” como la mayoría significa ser señalado y conculcado en los derechos más elementales que un ciudadano por naturaleza debe poseer.