Una de las diferencias que distingue una administración o gobierno eficiente de uno mediocre no está en la cantidad de ingresos que recauda o en la magnitud de las obras que edifica; ya que éstas están ligadas directamente a cuestiones cuantitativas. Sin embargo, el aspecto cualitativo, ese que no distingue una metrópoli de un modesto pueblo, pero que sin duda es sinónimo de calidad de gobierno, es aquel que va a distinguir a un gobierno exitoso y a otro no tan agraciado.
Pues bien, el municipio de Torreón, a diferencia de los que lo rodean, sobre todo los de Coahuila, se ha destacado por actos de gestión pública trascendentes y muy destacados, aunque es preciso señalar, que no es perfecto en ningún aspecto, pues también está plagado de falencias en muchos rubros.
Desde aquella estupenda idea de confeccionar el tan sonado Instituto Municipal de Planeación para el Desarrollo, que se supone le daría continuidad a proyectos de gran envergadura y que requirieren un considerable tiempo para su conclusión; independientemente de los vaivenes políticos derivados de alternancia en el gobierno municipal se antojaba estupenda, encomiable y asequible. Pues con ello la gestión pública se volvería eficaz y ajena a cuestiones políticas.
La creación en su momento del Instituto Municipal de Transparencia, pero que desapareció tras su controversia con el ICAI, devino en Instituto Ciudadano de Buen Gobierno, que se supone, daría seguimiento y evaluación a las acciones gubernamentales para con ello impulsar la profesionalización del servicio público al establecer parámetros de medición de resultados. Otra vez la idea era fascinante.
Finalmente, un nuevo proyecto, parecido al anterior, el llamado “Monitor”, una especie de comparsa de la rendición de cuentas y asidero de la transparencia, se supone dará seguimiento al desempeño de los regidores del cabildo torreones al monitorear o seguir de cerca su desempeño y con ello realizar una evaluación personal de cada integrante de dicho cuerpo colegiado.
Pero resulta que el Instituto de Planeación para el Desarrollo nunca se concretó, pues finalizó el gobierno de Guillermo Anaya y la idea se esfumó; el Instituto Ciudadano de Buen Gobierno dejó de recibir recursos e inevitablemente feneció; ahora, Monitor parece ser lleva el mismo camino al observar tendencias muy similares a las otras buenas ideas ya mencionadas.
La página ya se creó, pero sigue en blanco y se ha creado una polémica muy fuerte sobre su verdadero objetivo; personalmente conozco al encargado del proyecto, pues fue mi compañero de clase en la Universidad, por ello me sorprende lo que le está ocurriendo al actual proyecto, pues Carlos Castañón es una persona muy preparada para la ejecución de ese designio, no obstante, el desenlace de las historias previas a Monitor nos pone a pensar inevitablemente en un final similar para el proyecto.
Dichas ideas, es preciso señalar, son encomiables y dignas de honorarios, y ellas diferencian a un gobierno con nociones de gestión pública de uno con conocimientos exclusivos de administración del estatus quo que vuelven la administración pública negativamente eficaz. Pero de poco sirven estas ideas si sólo se quedan en el proyecto y las buenas intenciones.
Espero y Monitor rompa con la racha de buenas intenciones en Torreón y se vuelva exitoso y pueda sentar un referente a seguir y un modelo a copiar por administraciones tan ineficientes como las del resto de la laguna que no trascienden la entrega de banderas.