sábado, 26 de marzo de 2011

FUKUSHIMA Y LA ENERGÍA LIMPIA

El terremoto de Japón acontecido el pasado diez de Marzo y que ascendió exponencialmente a los nueve grados en la escala Richter; ha dejado una huella que difícilmente podrá ser borrada de la conciencia social del pueblo japonés, no tanto por el terrible Tsunami que los azotó luego del terremoto, sino por el desastre nuclear que en este momento los lacera; un pueblo con serios antecedentes en esta materia al ser bombardeado en dos ocasiones con armas nucleares por los estadounidenses en la segunda guerra mundial en agosto de 1945.
Sin embargo, lo que en este momento se vuelve un dilema de carácter mundial, tiene que ver con los riesgos que conlleva en sí mismo el poseer plantas nucleares para la producción de energía atómica con fines pacíficos, particularmente con fines energéticos. Una verdad de Perogrullo tiene que ver que fenómenos naturales no tan convencionales como huracanes, ciclones, sequías, terremotos, oleadas de calor, frío agudo alrededor del mundo entero y cada vez más intensos y a destiempo son producto del desequilibrio ambiental generado principalmente por la actividad del hombre. Me refiero al calentamiento global.
A pesar de las muchas cumbres que se han realizado, y cuyos resultados han sido deficientes, en todas ellas aflora siempre el mismo argumento de que es necesario e imprescindible acelerar el uso de energías limpias; es decir, aquellas que en su combustión no generan el pernicioso CO2; ese gas que está produciendo en estos momentos el llamado efecto invernadero causante de los desequilibrios medioambientales.
Pues bien, esas energías limpias tiene  nombre y apellido: energía solar, energía eólica, biocombustibles y energía nuclear. Ésta última, la más poderosa de todas, planteaba realmente la solución a todos nuestros problemas de insuficiencia energética y disminución total de emisiones de CO2; las únicas resistencias que encontraba eran relacionadas principalmente con el peligro de enriquecer uranio para producir armas de destrucción masivas. Los únicos antecedentes de tragedias se remontaban precisamente como comenté en principio a Hiroshima y Nagasaki en la segunda guerra mundial en 1945 como actividad belicista y a Chernobyl como desastre nuclear en 1986.
Sin embargo, con Fukushima hemos podido atisbar el verdadero problema del uso de la energía nuclear como alternativa energética: agua radiactiva en las costas de Japón, riesgo alto de contaminación para bebes, alimentos contaminados, riesgo mundial por partículas radiactivas en el medio ambiente y que por cierto ya fueron detectadas en Estados Unidos pero como en México nunca pasa nada, pues aquí no hay riesgo. Y un sinfín de males, derivados de accidentes propiciados por catástrofes naturales y que ponen en evidencia nuestra falta de preparación para el uso de energías altamente efectivas pero también altamente peligrosas. Fukushima debe plantearnos el reto de la buena planeación a la hora de hacer uso de una energía nuclear que, me parece, será imprescindible de usar dada su eficiencia y su urgencia ante fenómenos naturales cada vez más salvajes que se avecinan inexorablemente y que serán producto de la actividad humana. Fukushima aún no termina, pero es nuestra más reciente lección, hay que aprender de ella.