“Una milicia bien regulada, necesaria para la seguridad nacional de un Estado libre; el derecho de la población a mantener y portar armas no será infringido”.
En este sentido reza la segunda enmienda de la constitución estadounidense y que permite la venta indiscriminada de armas en aquel país vecino y que celosamente es defendida por la poderosa asociación nacional del rifle (NRA); el grupo pro-armas más importante de los Estados Unidos.
No sólo la NRA apoya dicha enmienda, sino también los 90 millones de norteamericanos que poseen algún tipo de arma en sus hogares.
El tema de las armas ha vuelto, pues, a ser noticia debido a la más reciente matanza acontecida en Tucson, Arizona; así como por las cifras oficiales del gobierno mexicano que afirma que el 90% de las armas utilizadas por los cárteles contra los aparatos de seguridad pública y la sociedad en general en este país provienen de armerías estadounidenses.
El dilema de las armas vuelve entonces a dividir a una buena parte de los norteamericanos escindiendo a aquellos que aducen que la libre venta y el fácil acceso trae como resultado acontecimientos tan lamentables como el sucedido en Arizona y, por otra parte, a aquellos que sostienen el argumento que el derecho a la protección personal, familiar y del patrimonio va de la mano del hecho de poseer un arma en casa; y para ello afirman (cito a Wayne LaPierre; director de NRA) “que los padres de nuestra patria entendieron que los hombres con las armas son los que hacen las reglas; la constitución lo dice, nosotros lo creemos y eso cierra el tema”.
Para nada resulta asombroso el sentir y pensar del director de NRA; la sociedad estadounidense es una sociedad belicosa por naturaleza; además de que la industria armamentista representa una gran parte de su motor económico y su razón de ser, pues no se entiende un Estados Unidos sin algún tipo de conflicto armado en cualquier parte del orbe.
En ese sentido, parece que no tiene mucho futuro este nuevo debate propiciado no por la matanza de mexicanos en la guerra de Calderón; sino por los ciudadanos caídos de esa nación; puesto que la misma idiosincrasia de los “gringos” lleva el estigma de las armas desde su nacimiento como nación y ello hace casi imposible cualquier intento por limitar la capacidad sencilla de adquisición de armas por particulares.
Lo que, sin embargo resulta interesante, es que a pesar de las escandalosas matanzas que suceden en Estados Unidos, estas suelen ser un tanto esporádicas, mientras que en México a pesar de su prohibición, las matanzas son cosa de todos los días desde hace ya varios años.
A pesar de ser una promesa de Obama en campaña, el control de la venta de armas no parece ser una realidad ni a corto ni a mediano plazo; por las razones ya esgrimidas; lo que sin duda traerá como resultado más sucesos lamentables allende el Río Bravo y sucesos todavía más lamentables en nuestro país.