lunes, 20 de diciembre de 2010

EL FENÓMENO MEDIÁTICO

Bastante, mucho, demasiado se ha hablado sobre lo que ya es un fenómeno en los medios de comunicación y que ha roto con los parámetros tradicionales de informar y que ha desnudado en demasía las verdaderas relaciones intergubernamentales; me refiero al estrambótico Wikileaks y sus reveladoras filtraciones.
No resulta asombroso el estallido de información que a filtrado la página que dirige Assange, al menos en esta columna hace tres meses vaticinaba lo que Wikileaks supondría para los diversos gobiernos del orbe, lo que, sin embargo, no pude vislumbrar fueron los alcances de dichas filtraciones y que seguramente pondrán en tela de juicio las tradicionales relaciones entre gobiernos tan disímbolos alrededor del mundo y cuyo común denominador es su cercanía con los Estados Unidos.
Como mencione en principio, bastante se ha hablado de Wikileaks en estas últimas semanas: que Nicolás Sarkozy es un autoritario, que Berlusconi es un irresponsable e inefectivo, que el gobierno Chino fomenta la piratería, que Evo Morales es un ignorante (además de tener un tumor en la nariz) y Chávez un Payaso, que Rusia es un Estado mafioso y corrupto, que Daniel Ortega recibe dinero del narco y de Hugo Chávez, que Uribe tenía intenciones de atacar guerrilleros en suelo venezolano, que Norberto Rivera era “papable”, y un montón de cables que ponen de manifiesto la visión de los norteamericanos - aunque no exclusivamente- sobre sus aliados y sus enemigos, y, de paso, algunos otros datos sobre países conocidos incluyendo al nuestro.
Para nada resulta asombrosa la percepción de los “gringos” sobre los demás habitantes del planeta, históricamente los norteamericanos nos han visto como seres inferiores que necesitamos de su apoyo para todo, desde la doctrina Monroe se puede atisbar dicha tendencia. Lo que, no obstante, generó la ira de los Estadounidenses es el hecho de que esa verdad de Perogrullo quedará de manifiesto a iniciativa de un grupo exógeno y que los desenmascararán así de contundente frente a sus aliados.
Lo otro que molestó a los gringos fue el supuesto escenario de riesgo para sus agentes, espías y soldados desplegados particularmente en Afganistán e Irak producto de las filtraciones. Dicha información, aunque dolorosa y delatora de las falacias de Washington debía (según los gringos) de permanecer en secreto; pues como bien diría Maquiavelo: el fin justifica los medios.
Ello trae el primer dilema que pretendo abordar: ¿hasta que punto los gobiernos deben ocultar información delicada aunque ella suponga la violación de Derechos Humanos en nombre de un resultado exitoso? Pierre Charasse intenta dar una respuesta: “la prensa libre tiene la obligación moral de no ser cómplice del fin del Estado de Derecho en nombre de la Razón de Estado”.
En ese sentido, coincido totalmente con el Francés, si bien existe información que pudiese resultar comprometedora para la seguridad de una nación, no es el caso de la actual filtración de Wikileaks, lo que se pone de manifiesto es la verdadera cara de un conflicto (afgano e iraquí) y que los gringos intentaban vendernos como necesario e imprescindible además de exitoso, cuando hemos comprobado que está muy lejos del éxito y en su proceso se ha violentado el Estado de Derecho al conculcar las garantías humanas primigenias como el derecho a la vida de inocentes ajenos a los conflictos estadounidenses.
Será interesante lo que vendrá relacionado con México, pues estoy seguro que relacionado estará con la actual narcoinsurgencia y su cuestionado enfrentamiento.
El segundo dilema tiene que ver con la acertividad o falencia de empezar a imponer ciertas restricciones al que algunos consideran el último bastión de la prensa libre: Internet.
Aunque ello dependerá seguramente del éxito o fracaso de los gringos por procesar a Assange, pues ello sentaría el precedente de lo que les espera a todos aquellos que intenten filtrar documentos incómodos del poder y no habría necesidad de regular la web.
De ello deriva una frase que llama poderosamente la atención: democratización de la información. Si bien es lugar común hablar de censura, control mediático y medios a modo; no lo es tanto cuando la información se presenta y circula por Internet; la web, en efecto, representa la última instancia de profesionalismo mediático, pues no se exigen los tradicionales “criterios editoriales” (eufemísticamente censura) a la hora de presentar cualquier tipo de información y que permite que la verdad fluya sin cortapisas.
La actual guerra, de hecho, se está librando en la red entre quienes han atacado Wikileaks, quienes lo han empezado a censurar y quienes han contraatacado defendiendo al mismo, tal cual es el caso de “Anonymus”, grupo de hacktivistas que están librando la batalla en contra de los detractores de Wikileaks y que han manifestado su simpatía con lo que también consideran el último reducto de prensa libre: la web.
No nos sorprenda en un futuro no muy lejano iniciativas de control de la red impulsadas por Estados Unidos tal cual está sucediendo en Venezuela y China, pero éstas iniciativas tratando de que el control sea ecuménico.
Los dos puntos nodales de la controversia desatada por la filtraciones y que por cierto no han terminado, es decir, obligación moral de informar y prensa libre en la web suponen la democracia mediática; aquella verdad que todos tenemos derecho a conocer, pero que por criterios técnicos nos la niegan y la responsabilidad social de informar son características propias de una democracia en el más amplio sentido de la palabra.
En ello radica verdaderamente el escándalo de Wikileaks: en la consolidación de la Democracia o en la falacia de una democracia a medias. En la consolidación de un Estado de derecho con una sociedad informada o con la consolidación de un Estado de preceptos dictados por la ley del más fuerte y con una sociedad de súbditos pasivos y desinteresados.
Ahí está el meollo, la batalla apenas comienza. El fenómeno está en ciernes.


Ironía.
Ahora resulta que los periodistas extorsionan a los narcos; Sergio Villarreal, El Grande, testigo protegido del gobierno federal, acusó al reportero de Proceso, Ricardo Ravelo, de exigirle dinero para que no hablara del capo en dicho medio de comunicación, pero el grande se negó porque ya le había dado varios miles de dólares.
Como se nota que el gobierno federal busca proteger a Calderón y al senador Anaya con historias que resultan inverosímiles y pueriles.