La llegada del Demócrata, Barack Obama, a la presidencia de los Estados Unidos de América, supuso todo un hito histórico que, sin duda, signará para la reminiscencia histórica -no solamente estadounidense, sino mundial- dicho acontecimiento. No sólo por el hecho de ser un presidente joven, ni por ser el más votado de la historia; sino por su ascendencia afroamericana y sus raíces musulmanas.
Sin embargo, las implicaciones y aspectos que giran en torno a su elección y linaje; han sido ya desfasados tanto por el tiempo; como por el vértigo de malas noticias que trae consigo la actual recesión que afecta a la actual nación más poderosa del mundo. El presidente electo, Obama, ha comenzado a armar su gabinete que lo acompañará a lo largo de su travesía por la Casa Blanca.
El detalle, no obstante, es que la impresión que Obama proyectó en la población estadounidense; a lo largo de su campaña, fue eminentemente la idea del cambio; un cambio que sustituyera los viejos vicios estadounidenses; tales como: el embargo a Cuba, el distanciamiento y condena a países non gratos para los estadounidenses como los incluidos en la lista del terror; la situación de las tropas norteamericanas de Irak; la existencia de espacios conculcadores de los derechos humanos; tales como Guantánamo y Abbu Grahib, entre muchos otros aspectos que han caracterizado el proceder de la vieja política estadounidense.
Pero, para lograr esto, era necesaria no sólo la remoción de la cabeza principal de la Casa Blanca, sino de la reconfiguración total del cuerpo administrativo y del gabinete, al menos en sus principales dirigencias. Y esto es lo que al parecer no está sucediendo.
El nombramiento de Hillary Clinton como secretaria de Estado y la permanencia de Robert Gates al frente del Departamento de Defensa representan el desfase del cambio.
La idea de un gobierno incluyente podría justificar –aunque no lo hace- la incorporación de Hillary; no así la permanencia de Gates al frente de un departamento que, sin duda, necesita una buena dosis de reingeniería institucional, dada las promesas de Obama con respecto a Irak y Oriente Medio.
Dudo seriamente que no hubiesen opciones óptimas para la ocupación de esas dos importantes áreas: las relaciones exteriores y la defensa, y también son, sin duda, la principal cara que Estados Unidos muestra al mundo, y por las decisiones tomadas, parece que este rostro será más de los mismo.
No condeno de ninguna manera la pluralidad de un gobierno, insisto, creo que la lista de funcionarios capaces para esos cargos es amplia e interesante, no obstante, Obama prefirió el continuismo disfrazado de alternancia (algo que nosotros los mexicanos conocemos muy bien); en un buen gesto democrático hacia sus rivales.
Estoy cierto de que la inclusión es una de las virtudes de un demócrata, sin embargo, en este caso específico, debió ser orientada a cargos menos importantes, en el supuesto de que el pueblo estadounidense votó por un cambio total, no por un cambio a medias.
PENA DE MUERTE.
Excelente la intervención del gobernador Humberto Moreira; en Coahuila nos hemos ahorrado el insustancial debate sobre la pena de muerta; lo que centra ahora nuestra atención es la perversa manera de aniquilar a los secuestradores; degollarlos, fusilarlos o algún método más “Light”. El gobernador logró su objetivo: atraer los reflectores. El detalle es que su brillante idea tan sólo denota dos cosas: ignorancia acerca de las leyes de nuestro país; o su necesidad imperiosa de publicitarse gratuitamente y sin violar la ley, en aras de mantenerse en la lista de los presidenciables.