miércoles, 18 de diciembre de 2019

T- MEC: DEPENDENCIA ECONÓMICA.

Surge de las cenizas de lo que conocimos una vez como TLCAN; aquél tratado que terminó por estigmatizar al presidente Carlos Salinas de Gortari como enemigo de la patria, por entrar de lleno al neoliberalismo con la firma de este tratado; y aunque los datos desde 1994 hasta los casi 20 años del acuerdo comercial (2014), arrojan muy pocos beneficios para el país en general; el presidente Trump ha asegurado siempre que se trata de un acuerdo desigual que solo ha generado pérdidas a la economía norteamericana en beneficio de nuestro país. Un ejemplo de lo poco benéfico que ha resultado este tratado se observa en números brutos; pues en 1993, 367 empresas (de un total de 21 mil 475 exportadoras) vendía al exterior 72.6% del total de exportaciones, mientras que, en 2012, un total de 361 empresas (de 35 mil 779 totales), seis menos que casi 20 años atrás, exportaron un porcentaje del total casi idéntico: 73.3%. Es decir, el acuerdo no supuso ser la panacea para el desarrollo ni supuso ser un tratado que beneficiara a emprendedores mexicanos, sino que solo trajo dividendos a un grupo muy selecto de empresarios mexicanos. Quizá en ello estriba el reproche al expresidente Salinas. Independientemente de las secuelas, hoy ha llegado el tiempo de renovar el tratado; y aunque desde agosto ya había un preacuerdo entre México y Estados Unidos, por fin se adhiere Canadá dando así origen al nuevo Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA, por sus siglas en inglés/ T-MEC, en español). Desde luego que las preguntas obligadas son: ¿en qué nos beneficia el acuerdo? Y ¿en qué nos perjudica? Desde luego que todo acuerdo, y sobre todo uno que implica más de un billón de dólares en operaciones comerciales debe tener tras de si un proceso de estira y afloja, de negociaciones y renegociaciones que se traduce en avances, pero también en retrocesos, es decir, no se puede solo ganar, pues, así como en el acuerdo del 94, se ganó en la industria automotriz, pero se perdió en la industria agropecuaria. Puedo anticipar que la principal pérdida será en el rubro de las maquiladoras, pues es una verdad de Perogrullo que los empresarios estadounidenses traían sus maquiladoras a México por la laxa regulación en diversos rubros que les facilitaban desde la instalación, hasta la operación, con una mano de obra mucho más barata que provocó la principal acusación de Trump de que México le robaba los puestos laborales a los trabajadores yanquis. Ahora las mismas normas laborales que se aplican en Estados Unidos se aplicarán en México y habrá supervisión constante de que así sea, por lo que se anticipa que se reduzca la actividad maquiladora estadounidense en México, lo cual nos traería en el mejor de los casos, estancamiento en dicho sector. Sin duda alguna, el sector que se fortalecerá aún más es el automotriz, pues al incrementar el porcentaje de 62 a 75% en la composición de los vehículos con sello regional para la comercialización sin aranceles incrementará el consumo local y con ello las ganancias en este sector. Pero quizá lo que más preocupa, más allá de identificar sectores que se fortalezcan o que se deterioren, es la obligada PROHIBICIÓN para comerciar con otros posibles socios (China); pues de hacerlo se puede cancelar el acuerdo entre los involucrados, esto mejor conocido como la cláusula China. Es decir, se trata de un nuevo colonialismo económico en el cual los Estados Unidos nos dictan hacia donde deben apuntar nuestras políticas comerciales incrementando nuestra dependencia hacia los vecinos del norte; como siempre.