jueves, 10 de mayo de 2018

MAGNICIDIO

Ricardo Alemán, el periodista, fue contundente, aunque no lo quiso reconocer después, pero sus comentarios invocaron un suceso que, si bien no es novedoso en México, no es siquiera conveniente mencionarlo en momentos de vicisitudes electorales tan efervescentes como el actual proceso electoral federal. Me refiero a la figura del magnicidio, que bien puede simplificarse como el asesinato de una figura política importante, de relieve nacional si se me permite precisar. Debemos remitirnos al entonces presidente Francisco I. Madero, asesinado por Victoriano Huerta, El Chacal, o al presidente electo Álvaro Obregón, mandado asesinar por Plutarco Elías Calles, o el pre candidato priista Luis Donaldo Colosio, mandado asesinar por altos perfiles de su mismo partido. Todos esos lamentables sucesos, fueron magnicidios que se efectuaron, precisamente, porque los asesinados suponían un atentado contra fuertes intereses de la clase gobernante o por ambición de rivales de llegar al poder a cualquier costo. El periodista aludido hizo mención de algunas figuras del medio artístico que fueron asesinadas por fanáticos, y lanzó la pregunta a los denominados “chairos” sobre qué estaban esperando para hacer lo propio con su principal figura de inspiración y simpatía: Andrés Manuel López Obrador.
Lamentablemente, lo proferido por el periodista es realmente alarmante, por el simple hecho de que la inseguridad en este país presenta cifras alarmantes que nos ubican en el contexto de naciones africanas o de medio oriente con conflictos internos belicosos y con niveles de impunidad insultantes y antidemocráticos. Si a esto agregamos el hecho de que con frecuencia leemos noticias sobre candidatos o políticos como regidores o diputados que son asesinados por grupos delictivos, las condiciones son, pues, las apropiadas para que la idea del magnicidio no resulte tan descabellada. Sobre todo, cuando el candidato puntero se encuentra a una distancia histórica y nunca antes vista en cuanto a preferencias electorales desde que iniciaron las encuestas en este país y sobre todo que enarbola sus ideas con un discurso que amenaza cientos o miles de intereses tanto políticos como económicos plagados seguramente de corrupción y malas prácticas. De aquí que la idea de un posible magnicidio no ronda solo en los pensamientos de Ricardo Alemán, sino en los de muchos que ahora vemos posibilidades reales de un giro gubernamental hacia la izquierda y la posibilidad de que esos intereses que acabaron con la vida de los tres políticos mencionados en principio se tornen dispuestos a cualquier método con tal de retener privilegios en el actual contexto de fin de sexenio. El periodista Alemán no despertó una idea aislada, solo puso en la mesa un tema escabroso sobre el cual nadie quería hablar, pero sobre el que muchos temen y que al respecto, ha levantado pronunciamientos tanto del gobierno federal como de la autoridad nacional electoral haciendo llamados a no enrarecer el ambiente político electoral con temas escandalosos, no obstante, más que llamados, me parece que las autoridades deben asegurar la integridad de los contendientes, no solo del líder chairo, sino de todos los participantes, porque un posible magnicidio echaría por tierra todos los esfuerzos de una incipiente democracia que aún no encuentra el rumbo para desarrollar a este país.