Es imposible negar la trascendencia del joven político
nuevoleonés, Samuel García, quien se ha manifestado en múltiples ocasiones como
un crítico del sistema político y de los políticos tradicionales, incluso, ha
ido más allá, pues ha renunciado íntegramente a su sueldo como diputado para
donarlo a programas municipales en Nuevo León. Desde luego que esas acciones,
más su singular forma de criticar la política sui generis, le han dado un
relieve que lo han vuelto un líder con cientos o miles de seguidores. No
obstante, sus buenas acciones y sus iconoclastas comentarios no necesariamente
lo vuelven un experto en todo lo que profiere, y es que circula un video en el
que el joven diputado asegura que lo que este país necesita, sin duda alguna,
es una nueva constitución. Es cierto, somos un país con índices deplorables en
todos los sentidos: educativos, culturales, económicos, sociales, de seguridad,
de transparencia, corrupción, etc. Nuestros padecimientos son inobjetables y ni
el más optimista puede decir lo contrario, no obstante, el inquieto diputado
comete una pifia al afirmar tan temeraria máxima, pues la historia de nuestro
país nos ha dejado ver que la solución a los grandes males de nuestra patria
jamás fueron las nuevas constituciones. Cada uno de los textos fueron sin duda
decisivos en el rumbo de nuestra nación, la de 1824, habría de definir el
camino del federalismo y la autonomía en los Estados de la federación, pero esa
autonomía nunca se hizo válida y el poder, finalmente, se centralizó. El texto
de 1857, sentó las bases del Estado Laico y el fin de la dictadura eclesiástica
en nuestro México, más la instauración de un Estado liberal sin que hasta la
fecha sea una realidad. Finalmente, el ordenamiento jurídico de 1917, que prometió
justicia social y la reivindicación de derechos, y que, además, a la fecha,
lleva más de 700 parches en intentos fallidos de perfeccionarla, no trajo la
solución a nuestros males que nos aquejan desde tiempos decimonónicos. No es
necesario ser un experto jurista para llegar a una sencilla, pero sugestiva
conclusión: las nuevas constituciones, por si solas, no son garantía de éxito
en su implementación. En lo personal, me atrevo a asegurar, con toda la
ignorancia sobre el tema que me inunda, que el actual texto es acorde a las necesidades
de nuestro país, es decir, su contenido es suficiente y adecuado, el problema,
como todo, es en la implementación. Las leyes en nuestro país no se aplican,
siempre se busca la evasión de las mismas, por una parte, por ciudadanos
irresponsables y poco comprometidos que buscan violentar la misma por así
convenir a sus intereses, y, por otra parte, por autoridades permisivas y
corruptas que permiten la conculcación a cambio de un soborno o ganancia. El
origen y causa de nuestros problemas no es nuestra carta magna, sino los
ciudadanos que desde todos los ámbitos buscan eludir responsabilidades y
obligaciones. Desde el trabajador que se niega a llegar puntual a su trabajo,
el conductor que se pasa el semáforo en rojo, hasta los legisladores que violan
los tiempos perentorios para aprobar iniciativas de ley, es decir, al violentar
normas establecidas. Lo que necesitamos no es otra constitución más, en eso se
equivoca el diputado García, lo que necesitamos es una autoridad que aplique la
ley, que castigue a quien rompa el orden legal de manera ejemplar, y solo con
esa actitud que va en aras de la implementación del Estado de Derecho, es como
empezaremos a resolver nuestros males, esos que llevan flagelándonos por siglos
y que equivocadamente hemos tratado de resolver.