Es comprensible, aunque no aceptable, que la inflación
año con año presente incrementos, aunque estos sean ínfimos, ello nos obliga a
incrementar nuestro nivel de gasto, pero también a establecer prioridades del
mismo y a observar una disciplina financiera casi obligada para evitar caer en
el endeudamiento excesivo que pudiera representar la posesión y uso de una
tarjeta de crédito. Pues bien, esas medias de ajuste como de racionalidad
resultan ser “cosa menor” o sin importancia para un gobierno que cada vez
parece empeñado en mostrar una falta de organización del gasto público, por una
parte, y, por otra, una excesiva manía por incrementar la deuda con la que
compromete el futuro de las generaciones que vienen. Nuestro gobierno federal
está pidiendo a los diputados, que mediante nuestros impuestos se le autorice
un gasto para 2018 de aproximadamente 5 billones 202 mil millones de pesos o,
en otras palabras, aproximadamente 41 mil pesos por cada mexicano. Cualquiera
pensaría que, con esa estratosférica cantidad, nuestros problemas que nos
aquejan como sociedad tienen sus días contados, pues el dinero resuelve la
mayor parte de los problemas. No obstante, como lo mencione en principio, los
dos problemas que observa el pésimo administrador que resulta ser el gobierno
en cualquiera de sus tres ámbitos se hacen presentes de manera inobjetable y
ponen en serio cuestionamiento cualquier buena esperanza que pudiéramos guardar
los mexicanos con respecto a ese ingente monto de recursos que se piensan
gastar en 2018. Para empezar, lo que se pretende gastar supera a lo que se
espera recaudar, pues el gobierno planea esquilmar 4.7 billones de pesos en
2018, lo que para empezar es un problema, pues esa tendencia de gastar más de
lo que se recibe y cubrirlo con deuda no solo no ha resuelto nuestros problemas
desde los años setentas en que aparece esta tendencia de “gastar para crecer”,
sino que incrementa nuestra deuda de tal manera que nos acerca a porcentajes
alarmantes con respecto al Producto Interno Bruto. Y es que nuestra deuda ronda
ya el 50% con respecto a nuestro PIB, lo cual no es para nada saludable y nos
acerca a serias complicaciones económicas que habrán de dañarnos seriamente en
pocos años si la tendencia alcista de endeudamiento continua como hasta ahora. Por
otra parte, de los 5 billones que el gobierno está solicitando, debemos
restarle los compromisos financieros como las pensiones (cerca de 800 mil
millones de pesos), subsidios (más de 400 mil millones de pesos), costos
financieros (más de 600 mil millones de pesos), de ahí que al gobierno le restan
solo 2 billones de pesos para cumplir con sus obligaciones en cuanto al combate
a la pobreza, seguridad pública, seguridad social, desarrollo social, obra
pública, etc., etc., es decir, con el 40% de lo que originalmente está
solicitando. He ahí una de las principales causas de la ineficiencia
gubernamental: su ineficiencia como administrador. Hace algunos años, en lo
personal me emocioné cuando el gobierno anunció “presupuestación base cero”, lo
cual era sinónimo de ahorro de gasto y disciplina financiera, y como la tarea
era en verdad complicada y tardada, la intención se quedó solo en eso y
terminamos haciendo lo mismo de siempre: sangrando a los contribuyentes mediante
gasto excesivo y endeudamiento con supuestos beneficios para los mexicanos que,
hasta la fecha, nunca han quedado bastante claros.