miércoles, 4 de octubre de 2017

EL GASTO QUE VIENE

Es comprensible, aunque no aceptable, que la inflación año con año presente incrementos, aunque estos sean ínfimos, ello nos obliga a incrementar nuestro nivel de gasto, pero también a establecer prioridades del mismo y a observar una disciplina financiera casi obligada para evitar caer en el endeudamiento excesivo que pudiera representar la posesión y uso de una tarjeta de crédito. Pues bien, esas medias de ajuste como de racionalidad resultan ser “cosa menor” o sin importancia para un gobierno que cada vez parece empeñado en mostrar una falta de organización del gasto público, por una parte, y, por otra, una excesiva manía por incrementar la deuda con la que compromete el futuro de las generaciones que vienen. Nuestro gobierno federal está pidiendo a los diputados, que mediante nuestros impuestos se le autorice un gasto para 2018 de aproximadamente 5 billones 202 mil millones de pesos o, en otras palabras, aproximadamente 41 mil pesos por cada mexicano. Cualquiera pensaría que, con esa estratosférica cantidad, nuestros problemas que nos aquejan como sociedad tienen sus días contados, pues el dinero resuelve la mayor parte de los problemas. No obstante, como lo mencione en principio, los dos problemas que observa el pésimo administrador que resulta ser el gobierno en cualquiera de sus tres ámbitos se hacen presentes de manera inobjetable y ponen en serio cuestionamiento cualquier buena esperanza que pudiéramos guardar los mexicanos con respecto a ese ingente monto de recursos que se piensan gastar en 2018. Para empezar, lo que se pretende gastar supera a lo que se espera recaudar, pues el gobierno planea esquilmar 4.7 billones de pesos en 2018, lo que para empezar es un problema, pues esa tendencia de gastar más de lo que se recibe y cubrirlo con deuda no solo no ha resuelto nuestros problemas desde los años setentas en que aparece esta tendencia de “gastar para crecer”, sino que incrementa nuestra deuda de tal manera que nos acerca a porcentajes alarmantes con respecto al Producto Interno Bruto. Y es que nuestra deuda ronda ya el 50% con respecto a nuestro PIB, lo cual no es para nada saludable y nos acerca a serias complicaciones económicas que habrán de dañarnos seriamente en pocos años si la tendencia alcista de endeudamiento continua como hasta ahora. Por otra parte, de los 5 billones que el gobierno está solicitando, debemos restarle los compromisos financieros como las pensiones (cerca de 800 mil millones de pesos), subsidios (más de 400 mil millones de pesos), costos financieros (más de 600 mil millones de pesos), de ahí que al gobierno le restan solo 2 billones de pesos para cumplir con sus obligaciones en cuanto al combate a la pobreza, seguridad pública, seguridad social, desarrollo social, obra pública, etc., etc., es decir, con el 40% de lo que originalmente está solicitando. He ahí una de las principales causas de la ineficiencia gubernamental: su ineficiencia como administrador. Hace algunos años, en lo personal me emocioné cuando el gobierno anunció “presupuestación base cero”, lo cual era sinónimo de ahorro de gasto y disciplina financiera, y como la tarea era en verdad complicada y tardada, la intención se quedó solo en eso y terminamos haciendo lo mismo de siempre: sangrando a los contribuyentes mediante gasto excesivo y endeudamiento con supuestos beneficios para los mexicanos que, hasta la fecha, nunca han quedado bastante claros.