Para empezar; hay que partir de dos premisas que son fundamentales dentro
del desarrollo de la gestión pública. La primera, es que sin importar las obras
que una administración pública, independientemente del ismo político al cual
represente, lleve a cabo o implemente, siempre habrá una parte del conglomerado
social que definitivamente no estará de acuerdo con las mismas. De ahí que los
comentarios aversivos y las críticas denostativas siempre serán una constante a
reserva de lo que se haga o lo que se deje de hacer. La segunda, es que toda
obra pública que lleve a cabo un gobierno sin importar su ámbito es siempre
bienvenida, pues la misma denota crecimiento cuantitativo que a mediano o largo
plazo puede convertirse en desarrollo. Es por ello que la remodelación de la
plaza de armas de la ciudad de Allende, Coahuila, es a todas luces una buena
noticia. Desde luego que existen muchas voces que disienten de la
implementación de ésta obra, aunque ciertamente la mayoría de estos comentarios
rayan en la superficialidad. Para empezar, se trata de un recinto que data de
los tiempos del gobernador Braulio Fernández Aguirre, es decir, tiempos ya
bastante desfasados, y que al tratarse
de un espacio de recreación público, y no de un espacio con categoría de “patrimonio
cultural nacional o de la humanidad”, puede ser modificado en un claro
paralelismo con la realidad actual. O en otras palabras, actualizar dicho
espacio. Además, es preciso señalar, que no es la primera vez que “le meten
mano” a dicha plaza, pues en la administración anterior se realizó una inversión millonaria
al construir la Concha Acústica” siendo esta un espacio cultural bastante
alejado de cuestiones históricas propias de una plaza de armas. Por ello
resulta absurdo que en esta ocasión se presenten tantos comentarios oponiéndose
a dicha remodelación. Y al respecto, es preciso señalar lo siguiente: la obra
cultural ahí construida observaba bastantes deficiencias en su construcción
como cuarteaduras, fisuras y desperfectos que simplemente no tienen razón de
ser en una obra que no tiene más de un lustro de antigüedad. Es decir, la
indignación estaba mal encauzada, pues la molestia no debía ser contra el actual
alcalde que aducía que la obra era peligrosa (aunque nunca demostró el dictamen
de Protección Civil que así lo aseguraba), sino contra el ex alcalde, Sergio
Lozano, pues dicha obra simplemente denotaba CORRUPCIÓN al mostrar serias
deficiencias en su construcción. De ahí que el primer cuestionamiento que
debemos hacer es: ¿por qué dicha obra tenia tantos desperfectos si la misma es
relativamente nueva?, Quién realizó dicha construcción para que de explicaciones
sobre su estado actual, sin embargo, el ciudadano mexicano común no realiza
cuestionamientos racionales, sino simplemente emocionales. Y la remodelación de
la plaza de armas de Allende parece ser un acto con consecuencias emocionales
para muchos allendenses. Si de veras hay preocupación cívica por las cuestiones
públicas, los ciudadanos deben prestar atención a detalles sobre la inversión actual
de dicha obra, el constructor de la misma, la licitación para su construcción y
otros detalles que simplemente denoten una verdadera participación ciudadana en
las cuestiones que a todos nos incumben. Por lo pronto, bienvenida la nueva
plaza, que la misma cumpla con las expectativas de una comunidad que simplemente
ya no es la misma de hace 50 años. Oponerse solo por filiación, no es
oposición, es solo fundamentalismo emocional.