miércoles, 28 de diciembre de 2016

LA PLAZA

Para empezar; hay que partir de dos premisas que son fundamentales dentro del desarrollo de la gestión pública. La primera, es que sin importar las obras que una administración pública, independientemente del ismo político al cual represente, lleve a cabo o implemente, siempre habrá una parte del conglomerado social que definitivamente no estará de acuerdo con las mismas. De ahí que los comentarios aversivos y las críticas denostativas siempre serán una constante a reserva de lo que se haga o lo que se deje de hacer. La segunda, es que toda obra pública que lleve a cabo un gobierno sin importar su ámbito es siempre bienvenida, pues la misma denota crecimiento cuantitativo que a mediano o largo plazo puede convertirse en desarrollo. Es por ello que la remodelación de la plaza de armas de la ciudad de Allende, Coahuila, es a todas luces una buena noticia. Desde luego que existen muchas voces que disienten de la implementación de ésta obra, aunque ciertamente la mayoría de estos comentarios rayan en la superficialidad. Para empezar, se trata de un recinto que data de los tiempos del gobernador Braulio Fernández Aguirre, es decir, tiempos ya bastante desfasados, y que al  tratarse de un espacio de recreación público, y no de un espacio con categoría de “patrimonio cultural nacional o de la humanidad”, puede ser modificado en un claro paralelismo con la realidad actual. O en otras palabras, actualizar dicho espacio. Además, es preciso señalar, que no es la primera vez que “le meten mano” a dicha plaza, pues en la administración  anterior se realizó una inversión millonaria al construir la Concha Acústica” siendo esta un espacio cultural bastante alejado de cuestiones históricas propias de una plaza de armas. Por ello resulta absurdo que en esta ocasión se presenten tantos comentarios oponiéndose a dicha remodelación. Y al respecto, es preciso señalar lo siguiente: la obra cultural ahí construida observaba bastantes deficiencias en su construcción como cuarteaduras, fisuras y desperfectos que simplemente no tienen razón de ser en una obra que no tiene más de un lustro de antigüedad. Es decir, la indignación estaba mal encauzada, pues la molestia no debía ser contra el actual alcalde que aducía que la obra era peligrosa (aunque nunca demostró el dictamen de Protección Civil que así lo aseguraba), sino contra el ex alcalde, Sergio Lozano, pues dicha obra simplemente denotaba CORRUPCIÓN al mostrar serias deficiencias en su construcción. De ahí que el primer cuestionamiento que debemos hacer es: ¿por qué dicha obra tenia tantos desperfectos si la misma es relativamente nueva?, Quién realizó dicha construcción para que de explicaciones sobre su estado actual, sin embargo, el ciudadano mexicano común no realiza cuestionamientos racionales, sino simplemente emocionales. Y la remodelación de la plaza de armas de Allende parece ser un acto con consecuencias emocionales para muchos allendenses. Si de veras hay preocupación cívica por las cuestiones públicas, los ciudadanos deben prestar atención a detalles sobre la inversión actual de dicha obra, el constructor de la misma, la licitación para su construcción y otros detalles que simplemente denoten una verdadera participación ciudadana en las cuestiones que a todos nos incumben. Por lo pronto, bienvenida la nueva plaza, que la misma cumpla con las expectativas de una comunidad que simplemente ya no es la misma de hace 50 años. Oponerse solo por filiación, no es oposición, es solo fundamentalismo emocional.