Con el nada pertinente estribillo: “una empresa de clase
mundial”, la Comisión Federal de Electricidad” se ostenta y vanagloria en sus
diversas apariciones en medios de comunicación. Sin embargo, la realidad es
inversamente proporcional a lo que en teoría esta empresa, ahora llamada
productiva, intenta parecer ante los millones de usuarios del servicio eléctrico.
Y es que un apagón casi generalizado en la ciudad de Allende, Coahuila, el
pasado 2 y 3 de Agosto, con una duración de aproximadamente 15 horas, solo
denota ineficiencia, improductividad y falta de planes de contingencia para
atender problemas que pueden ser bastante calamitosos como el apagón antes
mencionado. Las afectaciones son considerables, pues no se trata solo de que
los usuarios del servicio pasen una mala noche con temperaturas superiores a
los treinta grados, sino de la afectación a la misma economía tanto de las
personas como la economía organizada. Pues gasolineras, centros comerciales y
de conveniencia dejan de funcionar
frenando el dinamismo económico, además de las pérdidas de insumos y productos que
requieren refrigeración para su venta. Cualquier empresa que se preste a llamar
productiva cuenta con planes de contingencia
que prevén situaciones desde las más sencillas hasta las más complejas. Cuentan
con inventarios en los que poseen refacciones y enseres para cualquier
eventualidad, pues su objetivo es la producción ininterrumpida. No puedo
imaginar una Littelfuse o una Constellation Brands con un paro en su producción
por más de 15 horas, esto les costaría millones de ganancia, por lo que dichas
empresas cuentan siempre con lo elemental para no dejar de funcionar. Quizá
suene bastante disímbolo comparar una empresa privada con una pública, sin
embargo, desde que la CFE paso de ser una empresa paraestatal a una productiva,
su denominación la obliga a cumplir su cometido por antonomasia. Añadiendo a
esto que la empresa es un monopolio, por lo que con mayor razón su eficiencia
debe ser absoluta. Sin embargo, la CFE es una empresa que hace muchos años se
encuentra en números rojos, con una carga laboral bastante pesada y con una
sobrecarga terrible de pensionados que simplemente tienen quebrada a la empresa,
y es que tan solo las pensiones no financiadas de los trabajadores de PEMEX y CFE
suman el 10% de nuestro PIB, mucho muy por encima de lo que se invierte, por
ejemplo, en educación pública, por lo que resulta imposible invertir recursos
para volverla realmente de clase mundial. Al pésimo servicio le podemos sumar
los altos costos, pues la industria paga 69 por ciento más por electricidad que
en Estados Unidos, los comercios 135 por ciento más, los hogares de alto
consumo 149 por ciento más. Y para seguir con las desgracias de la CFE, en 2015
la empresa reporto un boquete financiero por la cantidad de 35 592 millones de
pesos, es decir, un aumento de sus pérdidas de más de 165% con respecto al
2014. De todo ese desastre surge la pregunta obligada… ¿de quién es la culpa de
la ineficiencia de la CFE producto de su quiebra financiera? La respuesta es
sencilla, pues en su informe anual de la CFE entregado al congreso en 2015, informó que el pago de las prestaciones
sindicales a sus 74 mil 665 trabajadores agremiados implicó una erogación anual
de 30 mil 409 millones de pesos, cifra superior al aumento de ingresos propios
que reportó la empresa en 2014, que fue de 21 mil 982.5 millones de pesos. Es
decir, un déficit de más de 8 mil millones de pesos. Hemos descubierto la razón
de la quiebra, misma que no permite invertir para que la compañía pueda ser un día
una empresa de clase mundial en beneficio de todos los usuarios.