Es indudable que hay una relación directa y sumamente inextricable entre
educación y economía, pues la segunda se detona en la medida en que se invierte
en la primera, es decir, entre más recursos destine un gobierno a su sistema
educativo, mayor crecimiento y desarrollo económico se puede esperar.
Por ello resulta sorprendente e injustificable, que según la Organización para
la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), nuestro país resulte ser el más
tacaño en cuanto a inversión en materia educativa con respecto a su Producto
Interno Bruto (PIB), aproximadamente el 5.2%. Esto, reflejado en otros números,
significa que nuestro gobierno invierte aproximadamente 2,600 dólares por estudiante
de primaria, mientras que el promedio de los miembros de la OCDE es de 8,200. Para
el caso de la educación media y superior, la inversión de México es de 9,500
dólares, mientras que los demás países desarrollados invierten aproximadamente
15,000.
Otro aspecto que destaca la organización es que del cien por ciento de
inversión en educación, tan solo destinamos como país el 2.5% a construcción,
renovación y mantenimiento de infraestructura educativa, mientras que más del
80% de la inversión se destina al pago de la nómina docente en todos los
niveles educativos. En otros miembros de la OCDE, el gasto en nómina es del 40%
mientras que el restante es directamente en inversión cualitativa y
cuantitativa. Las razones del malgasto en educación en nuestro país tiene sus
explicaciones sencillas: para empezar, mucha de la nómina se sigue desviando en
personal fantasma o docentes aviadores que persisten a pesar de la reforma
educativa, además de que es un lugar común saber que del cien por ciento de la
inversión en infraestructura y mejora educativa, la mitad se pierde en
corrupción y la otra mitad en programas y acciones inservibles, pues la misma
SEP asigna recursos muchas veces a proyectos carentes de sentido solo con la
finalidad de ejercer el presupuesto destinado para la educación.
Lejos de las implicaciones presupuestales, me parece que la pregunta obvia
es saber por qué si la educación es la llave para el crecimiento y desarrollo,
nuestro gobierno sigue sin invertir más y dicha inversión sea estratégica. La respuesta
es simple: a nuestro gobierno sencillamente le conviene mantener la pobreza y
la falta de educación en índices altos, pues una clase desprotegida, necesitada
y carente de educación es vulnerable y susceptible de ser manejada por un
gobierno que requiere siempre de ciudadanos dispuestos a intercambiar su voto
por una despensa o beca inservible que solo resulte ser un paliativo coyuntural
que no mejore en lo absoluto su calidad de vida. Entre menos formación de
ciudadanos críticos y participativos producto de una educación de calidad,
mayores probabilidades tiene de seguir subsistiendo una clase política
acostumbrada a la corrupción y a vivir del erario, ello explica en mucho, la
causa de no querer invertir en educación con controles precisos para evitar la
corrupción. La educación es una inversión, y como tal, requiere recursos y
voluntad política para que la misma detone el crecimiento y desarrollo
económico que naciones como la nuestra reclaman desde tiempos decimonónicos.