"El bien más genérico que se
requiere para garantizar la autonomía de las personas es precisamente la
libertad de realizar cualquier conducta que no perjudique a terceros";
con estas atinadas palabras, la ponencia del ministro de la Suprema Corte de la
Nación, Arturo Zaldívar, con respecto a la inconstitucionalidad de artículos
prohibicionistas y cuyo análisis intentaba obligar a la Secretaría de Salud a
otorgar autorizaciones para la producción y transporte de marihuana a una
empresa en particular (SMART), logró fructificar y sentar el precedente para
una posible despenalización general en el consumo de dicha droga.
La tesis estaba basada precisamente en “la autonomía de las personas” y su
derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Lejos de conceptos moralistas y
religiosos que están completamente ajenos al Estado de Derecho y al reino de
las libertades individuales, la Suprema Corte ha fallado en pro de las garantías
individuales.
Y es que el Estado desde mucho tiempo atrás ha mostrado una actitud
intervencionista tratando de definir lo que le conviene o no a las personas, ya
en su momento la Iglesia tomaría esta misma actitud cuando imponía su autoridad
en las primeras décadas de vida independiente. Violentando con ello la esfera
de la soberanía y autodeterminación de cada individuo. Desde absurdas
disposiciones como retirar saleros de los restaurantes para evitar que los comensales
abusen de esta sustancia, hasta prohibiciones de drogas blandas que solo
afectan a quienes las consumen, el Estado constantemente violenta el espacio de
las libertades individuales aduciendo el bien común en una especie de
paternalismo anacrónico propio de sociedades ya desfasadas.
Y es que no basta ser expertos para poder constatar las terribles
consecuencias que el prohibicionismos ha traído a nuestro país en cuestión del
tema de las drogas. La despenalización en el consumo traería como resultado un
golpe directo a las finanzas del crimen organizado, además de que el consumo de
marihuana es infinitamente menos dañino que el de otras drogas permitidas como
el tabaco y el alcohol, además de ser una droga que solo afecta a quien la
consume y, finalmente, se respetan las libertades individuales de las que cada
individuo debe inevitablemente gozar sin intervención de ninguna institución con
intenciones moralistas, ya que, como lo mencionara atinadamente John Stuart
Mill, “Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y mente, el individuo es soberano”.
La corte no es una institución que busca que todos corramos a conseguir
droga de manera legal, para ello intervienen otros aspectos como la educación
en casa, lo que la suprema corte acaba de hacer, es otorgarle a las libertades individuales
su justa y debida dimensión dentro de un sistema democrático pleno en aras del
bien común, y de paso, ha comenzado a derribar atavismos mentales que aún nos
tiene atados al pasado en perjuicio de nosotros mismos.