Definitivamente, Joaquín “El Chapo” Guzmán, se ha convertido en un
personaje icónico y ya a todas luces histórico, es más, es ya una leyenda
mundial, de la misma manera que Al Capone, guardadas todas las proporciones, el
narcotraficante ha burlado, avergonzado y ha puesto en tela de juicio la
eficiencia de todo el aparato de seguridad del Estado mexicano.
Su fuga es ya una realidad, su recaptura se ve aún más lejana, pues es
seguro que el capo a pesar de la millonaria recompensa que se ofrece por
información que lleve a su onírica recaptura, ha organizado meticulosamente su
desaparición por un buen tiempo y quizá nunca más vuelva a pisar una celda en
su vida. Así que de ninguna manera tiene caso ya discurrir sobre su fuga,
tampoco me parece apropiado arremeter contra el actual gobierno, pues
definitivamente existían todas las medidas de seguridad “dentro” del penal para
asegurar su adecuada estancia.
El verdadero problema, sin lugar a dudas, es la corrupción. Pues no solo se
trata de la omisión intencionada de las autoridades que debieron prever su
posible huida y permitieron la existencia de casas o estancias cercanas al
penal, sobre todo con el conocimiento previo de la capacidad de ingeniería del
narcotráfico que ha demostrado ya en la construcción de diversos túneles a lo
largo de la frontera entre México y Estados Unidos. También las declaraciones no categóricas, pero
si tácitas del Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, señalando
posible colusión de autoridades con la fuga del delincuente, y no es para
menos, no bastaba solo con la ingeniería para construir el túnel, sino que
también hacía falta conocer la precisión del lugar en donde se encontraba el
punto ciego que utilizó el recluso para poder escapar. Por ello, nuevamente la
corrupción vuelve a hacer de las suyas, que razón tenía el General Obregón con
su famosa frase de que “no hay quien resista un cañonazo de a cincuenta mil”,
denotando que todos tenemos un precio el cual no era difícil de alcanzar por
uno de los hombres más ricos del mundo, según la revista FORBES.
A reserva de su posible, lejana y poco probable recaptura, el gobierno deberá
tomar en cuenta dos medidas para evitar nuevos “desafíos”, como así lo mencionó
el presidente, que desde luego, más que desafíos son vergüenzas: En primer
lugar, reformar el tema de los Derechos Humanos para evitar que existan estos
puntos ciegos en las prisiones como suelen ser los baños que por pudor y
legislación humanitaria permitieron que el capo saliera sin ser visto, y por
otro lado, echar a andar inmediatamente el Sistema Nacional Anticorrupción a pesar
de todas sus falencias, debilidades y omisiones con que dicha ley ha nacido,
para con ello iniciar el proceso para atender las causas de la corrupción en
nuestro sistema judicial y de seguridad y encararlas de manera directa.
Definitivamente, no se trata del color del gobierno, pues ya panistas y
priistas han demostrado su ineficiencia en el combate a la corrupción, se trata
de reconocer las debilidades, las falencias y los errores y actuar en
consecuencia, pues no es un capo el desafío a enfrentar, es un sistema podrido
plagado de corrupción y enfermo de colusión, intereses y complicidades que
parece no tener fin.