miércoles, 7 de mayo de 2014

CARTA INCÓMODA

Definitivamente causo cierta indignación en algunos congresistas la carta enviada al poder legislativo por el cineasta, Alfonso Cuarón, quien cuestiono sencilla pero acertadamente la llamada reforma energética en vísperas de la discusión de las leyes secundarias de la misma.
Y es que preguntas ciertamente relevantes referentes a las afectaciones al medio ambiente derivadas de nuevas técnicas de explotación masiva, el cuestionamiento sobre si se tiene planeadas o contempladas el uso de tecnologías de energía alternativa, también sobre la posibilidad de corrupción derivada de inversiones cuantiosas en las paraestatales y sobre la posibilidad  del riesgo de incrementar la burocracia con las nuevas inversiones; al parecer incomodaron a algunos miembros del poder legislativo como es el caso del senador priísta David Penchyna. Quien reviró al cineasta con una sencilla, pero escueta frase: “Esta no es una película, es la vida real”.
Según el senador, las discusiones más importantes sobre la reforma tuvieron ya lugar, para eso se realizaron foros y mesas de análisis arrojando como resultado tres mil hojas de análisis sobre el tema de la reforma. Por ello el senador desestima la carta enviada por Cuarón.
Me parece que el tema es de vital importancia, aunque verdaderamente se ha desviado dicha importancia y se ha trivializado al grado de que la esencia del cuestionamiento ha quedado traslapada por el hecho de que Cuarón es un ciudadano más que no merece la atención solo por el hecho de haber ganado varios premios por su trabajo como cineasta. Lo que quizá el Senador  pasa por alto, es que en toda reforma la letra “chiquita” resulta ser la decisiva en cualquier reforma o reordenamiento jurídico o normativo, y es precisamente la confección de la ley secundaria la que debe ser sometida al escrutinio público.  Y no es para menos, ya que conforme a la doctrina constitucional más ampliamente aceptada, “el constituyente ordinario no puede revertir decisiones fundamentales tomadas por el constituyente originario, en este caso el de 1917, sin antes consultar al depositario originario de la soberanía, que es definitivamente el pueblo mexicano”. Al cual, por cierto, no se le consultó en la aprobación de la reforma o ley general.

Definitivamente, como dice el senador, “esto no es una película”, pues por lo menos las películas tienen finales generalmente felices, cosa que no suele suceder ordinariamente con las decisiones tomadas por nuestros representantes políticos, por ello es imprescindible que los debates no sólo se den en el congreso, pues es la sociedad quien debe estar al tanto de las implicaciones de la ley secundaria y aprobar que la misma entre en funcionamiento, pues a pesar de las tres mil páginas sobre las que aduce el Senador, dudo mucho que el grueso de los mexicanos hayan asistido a los foros y análisis de las cámaras, colegios, asociaciones y líderes sociales que con tono despectivo hacia la misiva del cineasta profiere el senador.