Resulta muy difícil no tildar de populista la intención de entregar
pantallas de 24 pulgadas a las familias de escasos recursos por parte del
gobierno federal en vísperas del apagón analógico.
Si bien es cierto que la medida es urgente y necesaria en materia de telecomunicaciones,
la disposición de entregar gratuitamente decodificadores como se planeo
originalmente era la estrategia adecuada, en primer lugar porque el costo de
los aparatos rondaba los 200 pesos, y como se trataba de entregar millones de
estos aparatos el costo aun así era considerable, además de que dicha medida
era la última pieza inexorable para la transición analógica. Pues bien, el
gobierno federal ahora decide entregar pantallas de 24 pulgadas, lo cual me
parece un actitud eminentemente populista que busca ganar simpatías de sectores
vulnerables, incrementar exponencialmente el costo, pues dichos aparatos
cuestan por lo menos tres mil pesos cada uno, y, finalmente, atentan contra el
desarrollo cultural de los mexicanos. Si ese gasto se aplicara en la compra de
libros para fomentar la lectura entre una sociedad iletrada en cuestión de
letras, el beneficio sería mucho más pragmático. Y es que los datos son
alarmantes: Según la UNESCO y la OCDE, el nivel de lectura de los mexicanos es
de los más bajos del mundo, en donde sólo cuatro de cada diez mexicanos tiene
en hábito de la lectura, sin embargo, de esos cuatro tan solo leen en promedio
2.8 libros anualmente. Y una de las
causas que inhiben la lectura incluso desde la infancia es precisamente la
llamada “caja idiotizadora”, pues según estudios de la academia de pediatría
americana, aquellos niños que pasan al menos dos
horas al día al frente de la televisión son 60% más propensos de desarrollar
problemas psicológicos que los niños quienes pasan menos o nada de tiempo ante
la TV.
No se trata de abogar la supresión de la televisión, se
trata de señalar actitudes erróneas, pues si el gobierno realmente quiere sacar
adelante a sus gobernados, que subsidie a los hogares con los decodificadores
de 200 pesos, y los 2800 restantes que los use para comprar libros y regalarlos
en los hogares mexicanos o bien que los destine al equipamiento de escuelas y
universidades, o cualquier inversión de manera inteligente, pero no un
despilfarro eminentemente populista que además del nulo beneficio social,
constituye un despilfarro a todas luces pernicioso en contra del erario público,
a menos que los impuestos hayan aumentado, precisamente, para actividades
populistas y poco pragmáticas.
El secretario de Hacienda habló recientemente de
austeridad, la medida, sin embargo, es totalmente opuesta a las aseveraciones
del funcionario. Justamente cuando el gobierno ha dado muestras de avanzada,
repentinamente da señales de retroceso como el viejo populismo priísta de los
años 70s y 80s.