Sin duda comenzó de manera arrolladora, con una serie de promesas y con una
seguridad que ciertamente denotaba compromiso con el cambio y con la necesidad
de mover a México hacia una dirección que apuntaba al desarrollo. Una
impresionante muestra del diálogo y de la concertación de acuerdos se formalizó
en el llamado “Pacto por México”, en el que los líderes partidistas negociaban
dentro de sus respectivas posturas los principales retos que había que abordar
dentro de un marco de pluralidad. No faltaron los pesimistas que empezaron a
criticar que en esa mesa se acordaban los detalles y sólo se enviaban al
congreso a que se aprobaran sin más discusión las reformas más importantes; no
obstante, la democracia no es privativa ni se presenta en una sola exhibición.
El pacto evitaba las desgastantes controversias que se dirimían en el congreso
y se aclaraban en una mesa de menores proporciones, pero igualmente plural. El
gobierno de Peña Nieto comenzaba a acertar en sus proyectos y, efectivamente, a
comenzar a mover a México. De dicho Pacto empezaron a salir reformas de gran
calado: Laboral, Telecomunicaciones, Educativa y en la mira se encuentra la
Energética. Todas ellas reformas pendientes, soslayadas y postergadas por
decenas de años.
No obstante, la realidad ha mostrado ser más cruda de lo que se pensaba, a
pesar de haber preparado el camino contra la posible inconformidad del
magisterio con el encarcelamiento de la lideresa Elba Esther Gordillo, fue la
Coordinadora Nacional (CNTE) quien finalmente encabeza la resistencia contra la
reforma educativa. Ahora dicho movimiento ha doblado al Estado, pues ha impedido
las sesiones en las cámaras legislativas, han secuestrado las instituciones de
la vida democrática de nuestro país, han pervertido los principios del régimen
representativo, plural y popular al oponerse salvajemente a las labores de un
congreso democráticamente electo. El desenlace puede ser fatídico. La reforma
energética ni siquiera ha sido sometida a discusión en la mesa del “Pacto” y ya
se preparan movilizaciones multitudinarias, se cocinan afrentas que retarán al
Estado que aun no puede recuperarse del ataque magisterial, me parece que con
esa vorágine de acometidas el Estado tendrá que recular en sus intenciones de “Mover
a México”.
¿Dónde está realmente el problema? Me parece que el gobierno de Peña Nieto
pecó de soberbia, de ingenuidad, de querer “comerse” al país en una sola
mordida, de querer realizar las reformas que no se hicieron en 70 años en tan
sólo diez meses. De subestimar la reacción de los grupos sindicalizados, de la
sociedad en su conjunto, de pensar que la democracia en nuestro país era
sólida, que el régimen representativo estaba listo y tan sólo le faltaba
echarlo a andar, la realidad ha sido más dura de lo que se imaginaron. Si el
Estado logra imponerse a los maestros, a los poderes mediáticos dolidos por la
reforma en Telecomunicaciones, dudo mucho que resista los embates de los
enemigos de la reforma energética. Al gobierno le faltó negociar más, discutir
más, analizar más, pues las reformas son importantes, no obstante, quedan cinco
años para concretarlas, para consensarlas, no hay prisa, ya nos esperamos
decenas de años, vale la pena desacelerar un poco y consensar más mientras se
fortalece a la par la rectoría del Estado.