El pasado 4 de Junio, se llevó a cabo una conmemoración en la plaza principal de San Pedro de las Colonias, que tuvo por objetivo conmemorar el triunfo de la Revolución Maderista hace ya una centuria.
Dejando de lado las implicaciones protocolarias derivadas de ese evento, es preciso realizar un lacónico análisis del movimiento revolucionario maderista y su implicación en el desarrollo del movimiento armado de 1910.
Madero, propiamente ha sido considerado el apóstol de la Democracia, y precisamente su movimiento, aunque limitado, llevaba la consigna de la implementación de una Democracia electoral efectiva y real.
No obstante, como historiador reconozco las falencias de Madero, pero principalmente, los detalles que vuelven cuestionable su proceder en dicho movimiento.
Para empezar, una vez iniciada la campaña electoral, y que fue reprimida por el gobierno de Porfirio Díaz, Madero busca apoyo y lo encuentra en un grupo conformado por personalidades como Venustiano Carranza y los hermanos Vázquez Gómez, el detalle, es que dicho grupo ya bien armado y organizado, requería un líder, ya que su anterior cabeza, Bernardo Reyes, había sido enviado a Europa como parte de una jugarreta política de José Ives Limantour para evitar que Reyes pudiese sustituir a Díaz una vez que éste último abandonara el poder. Madero fue acusado hasta el último hálito de aire del General Reyes durante la decena trágica, de haberle robado su movimiento en ausencia de éste.
Este primer detalle, supondría a la larga una de las causas que le impedirían a Madero mantener el control del poder y una de las principales causas de la ingobernabilidad durante el interinato de León de la Barra y los 15 meses del gobierno maderista.
Igualmente, la congruencia de Madero aparentemente resultó endeble; ya que según el plan de San Luis, la renuncia del General Díaz al poder era cosa insustituible y una de las premisas principales de dicho proyecto; sin embargo, en Mayo de 1911, previo a la toma de Ciudad Juárez, dos enviados de Porfirio Díaz, Toribio Ezequiel Obregón y Oscar Braniff; le ofrecieron a Madero una serie de privilegios entre los que destacan: la mitad de los ministerios, 14 gubernaturas y la renuncia de Ramón Corral, a cambio de que permitiera a Porfirio mantenerse en el poder; y contrariamente a los estipulado en el Plan de San Luis, Madero aceptó dicha propuesta, aunque finalmente fue el juez Francisco Carbajal quien se encargo de las concesiones gubernamentales, no obstante, no prosperó porque los hermanos Vázquez Gómez no se lo permitieron.
Otra falencia de Madero, fue soslayar las exigencias de Emiliano Zapata, pues con ello mostro la ausencia de un proyecto estructural completo (pues su movimiento se redujo principalmente al aspecto electoral).
En síntesis, Madero fue una figura preponderante –no exento de falencias- dentro de nuestro movimiento armado, su peso es fundamental porque a pesar de todo, abrió la puerta al proceso de supresión de la dictaduras individuales en México, canalizó la inconformidad social y la transformó en un gobierno puramente democrático aunque muy efímero: pues Madero se negó a que la Revolución acaudillada por él, pasara por un proceso de permanencia que la consolidara; abrió la posibilidad para una auténtica fiesta democrática, pero dicha apertura le resulto incontrolable y destruyó su régimen.
A cien años de su movimiento inicial, el maderismo sigue generando controversia y debate sobre sus verdaderos objetivos y la solidez de sus preceptos.
De lo que no cabe duda, es de su lugar preponderante en nuestra historia nacional.