A dos años de una de las peores crisis económicas mundiales acontecidas en la historia de la humanidad; acaso tal vez comparada con la de 1908 y un peldaño debajo de la depresión de los años 30´s.; y cuyos efectos aún no son superados por las diversas economías del orbe; surge el viejo dilema económico Smith-Keynes sobre la prudencia, acertividad, urgencia y hasta necesidad de discernir que tan beneficiosa o perniciosa es la intervención del hombre –entiéndase autoridad- en los procesos económicos que, según Adam Smith, deben ser naturales y libres de todo tipo de regulación estatal y, por el contrario, en John Maynard Keynes se encontraba la premisa de que el gobierno debía controlar el dinamismo de la economía a través de preceptos bien claros y definidos.
O en términos más sencillos y acordes al dilema actual (en el cual subyace el viejo dilema): ¿Hasta que punto es necesaria la regulación gubernamental del sistema financiero mundial representada en gran parte por el sistema bancario? Si bien es cierto, la crisis de 2008 que se originó en el mercado hipotecario y que trajo consigo la caída del gigante inmobiliario Lehman Brothers; también trajo consigo la debacle económica a nivel mundial. Sin embargo, una vez que la escalada de malas noticias era avasallante e imparable; surgieron también los defectos provocados no sólo por entidades bancarias e hipotecarias; sino también por los propios gobiernos en diversas partes del mundo, sobre todo en Europa, producto también de negligencia y falta de profesionalismo. Seamos más claros.
En la pasada reunión del Foro Económico Mundial celebrado en Davos, Suiza; el objetivo del mismo era encontrar un culpable de la terrible crisis aún no superada de 2008 e imponerle, subrepticiamente, algún tipo de sanción. La arremetida fue contra los entes bancarios acusados por su voracidad insaciable de ganancias y que los llevó a tomar las decisiones equivocadas arriesgando el dinero de todos sus clientes en inversiones extremadamente riesgosas, pero de amplias y jugosas ganancias, tal cual sucedió con las hipotecas subprime. Se afirmaba que la falta de regulación –o intervención- estatal fue la causante de que los banqueros apostarán el dinero del pueblo, lo perdieran y luego el mismo pueblo fuera el encargado de rescatar de la quiebra a dichos banqueros con el fin de mantener la liquidez que le diera dinamismo a la golpeada economía mundial. El análisis del 2009 trajo como resultado diversas propuestas que se vaciaron en la reunión de Davos; entre las mismas destacan: la implementación de un impuesto global que tendrían que pagar todas las entidades bancarias a los gobiernos con la finalidad de crear un ahorro para posibles futuras crisis y mediante ese dinero los bancos saliera de sus quiebras sin tener que pedir ayuda a los gobiernos para que los rescataran. La idea era acabar con la sensación de que el pueblo, a través de sus impuestos, pagara el rescate de banqueros voraces. La propuesta era interesante; sin embargo, era corta, pues aseguraba que los banqueros siguieran con sus inversiones riesgosas amparados en un ahorro que a la hora de una crisis considerable, no se garantizaba su completa efectividad. Pues se dependería de que la quiebra no superara la cantidad ahorrada; caso contrario, el gobierno debía seguir rescatando. La solución era, pues, a medias. Por otro parte, la propuesta más radical e interesante fue la del presidente estadounidense Barack Obama; pues proponía la separación definitiva de la banca de ahorro y de la banca de inversión. Es decir: el dinero de los clientes, pensionados, etc. (ahorro), se manejaría de manera independiente del dinero propio del banco (inversión); de modo tal, que cualquier inversión de los bancos en negocios riesgosos; sería efectuada exclusivamente con el capital propio del banco, sin usar y exponer para nada los fondos o ahorros de los clientes. La propuesta era magistral.
Sin embargo, todo dio un giro sorprendente; en los primeros meses de 2010; salieron a la luz serias inconsistencias en los regímenes fiscales de diversos países; particularmente europeos, específicamente, Grecia, Irlanda, Italia, España y Portugal. Altos niveles de deuda soberana e impresionantes déficits fiscales derivados de pésimos manejos de la economía y que a la fecha tienen pendiendo de un hilo la propia existencia de la Unión Europea; con esto resultó, entonces, que no sólo el sector privado era el culpable del desastre económico en el mundo; también el sector público tenía sus grandes defectos. Smith y Keynes no tenían toda la razón después de todo; existían demonios en ambos bandos.
Ahora, el problema es encontrar la solución a ambos problemas; con el viejo dilema, se hubiese culpado a un solo sector: el público o privado; y se hubiese resaltado la teoría de Smith o Keynes y el problema hubiese finalizado casi de tajo; sin embargo, tanto unos como otros mostraron defectos: por un lado, la economía sin regulación derivó en una crisis ecuménica de proporciones perennes; mientras que los reguladores mostraron no tener la capacidad ni siquiera para autorregularse; mucho menos para meter en cintura al sector privado.
La búsqueda de soluciones no se ha hecho esperar; y desde dos frentes de busca terminar con el problema y confeccionar mecanismos que eviten la eclosión de futuras crisis; el método, sigue siendo al estilo Keynes. Por una parte; los Estados Unidos han aprobado, al menos hasta la redacción de este artículo, en la cámara baja el proyecto de reforma financiera de la Casa Blanca y que tiene por objetivo la creación de una nueva agencia federal destinada a supervisar los préstamos de consumo y el diseño de nuevas normas para los instrumentos financieros complejos. Por su parte, la Unión Europea establece mecanismos tendientes a disminuir su déficit fiscal mediante reformas del sistema de pensiones, reducción y congelamiento de los salarios de empleados públicos; ya que estos son un aspecto clave para reducir los costos futuros y para hacer frente a la creciente deuda de los gobiernos; por último, el Parlamento Europeo votó a favor de nuevas reglas para limitar las bonificaciones bancarias; con ello se intenta evitar que los banqueros regresen a la práctica de asumir riesgos excesivos, lo que condujo al estallido de la crisis global en 2008.
Finalmente, lo positivo, sin duda alguna, es el resurgimiento de un ente que se creía desfasado, pues su existencia estuvo en función de otros momentos históricos; me refiero al Fondo Monetario Internacional (FMI). Existen voces y serias intenciones de redefinir su papel exclusivo de prestamista y de volverlo más dinámico; esto es: transformarlo en un ente supervisor; pero no sólo de entidades bancarias privadas; sino también de gobiernos que pudieran estarse endeudando más de lo sanamente permitido. Definitivamente, el viejo dilema Smith-Keynes volvió a surgir; pero esta vez acompañado de nuevos factores aunque, al parecer, la respuesta fue nuevamente al estilo Keynes. Igual que en los años treinta.
O en términos más sencillos y acordes al dilema actual (en el cual subyace el viejo dilema): ¿Hasta que punto es necesaria la regulación gubernamental del sistema financiero mundial representada en gran parte por el sistema bancario? Si bien es cierto, la crisis de 2008 que se originó en el mercado hipotecario y que trajo consigo la caída del gigante inmobiliario Lehman Brothers; también trajo consigo la debacle económica a nivel mundial. Sin embargo, una vez que la escalada de malas noticias era avasallante e imparable; surgieron también los defectos provocados no sólo por entidades bancarias e hipotecarias; sino también por los propios gobiernos en diversas partes del mundo, sobre todo en Europa, producto también de negligencia y falta de profesionalismo. Seamos más claros.
En la pasada reunión del Foro Económico Mundial celebrado en Davos, Suiza; el objetivo del mismo era encontrar un culpable de la terrible crisis aún no superada de 2008 e imponerle, subrepticiamente, algún tipo de sanción. La arremetida fue contra los entes bancarios acusados por su voracidad insaciable de ganancias y que los llevó a tomar las decisiones equivocadas arriesgando el dinero de todos sus clientes en inversiones extremadamente riesgosas, pero de amplias y jugosas ganancias, tal cual sucedió con las hipotecas subprime. Se afirmaba que la falta de regulación –o intervención- estatal fue la causante de que los banqueros apostarán el dinero del pueblo, lo perdieran y luego el mismo pueblo fuera el encargado de rescatar de la quiebra a dichos banqueros con el fin de mantener la liquidez que le diera dinamismo a la golpeada economía mundial. El análisis del 2009 trajo como resultado diversas propuestas que se vaciaron en la reunión de Davos; entre las mismas destacan: la implementación de un impuesto global que tendrían que pagar todas las entidades bancarias a los gobiernos con la finalidad de crear un ahorro para posibles futuras crisis y mediante ese dinero los bancos saliera de sus quiebras sin tener que pedir ayuda a los gobiernos para que los rescataran. La idea era acabar con la sensación de que el pueblo, a través de sus impuestos, pagara el rescate de banqueros voraces. La propuesta era interesante; sin embargo, era corta, pues aseguraba que los banqueros siguieran con sus inversiones riesgosas amparados en un ahorro que a la hora de una crisis considerable, no se garantizaba su completa efectividad. Pues se dependería de que la quiebra no superara la cantidad ahorrada; caso contrario, el gobierno debía seguir rescatando. La solución era, pues, a medias. Por otro parte, la propuesta más radical e interesante fue la del presidente estadounidense Barack Obama; pues proponía la separación definitiva de la banca de ahorro y de la banca de inversión. Es decir: el dinero de los clientes, pensionados, etc. (ahorro), se manejaría de manera independiente del dinero propio del banco (inversión); de modo tal, que cualquier inversión de los bancos en negocios riesgosos; sería efectuada exclusivamente con el capital propio del banco, sin usar y exponer para nada los fondos o ahorros de los clientes. La propuesta era magistral.
Sin embargo, todo dio un giro sorprendente; en los primeros meses de 2010; salieron a la luz serias inconsistencias en los regímenes fiscales de diversos países; particularmente europeos, específicamente, Grecia, Irlanda, Italia, España y Portugal. Altos niveles de deuda soberana e impresionantes déficits fiscales derivados de pésimos manejos de la economía y que a la fecha tienen pendiendo de un hilo la propia existencia de la Unión Europea; con esto resultó, entonces, que no sólo el sector privado era el culpable del desastre económico en el mundo; también el sector público tenía sus grandes defectos. Smith y Keynes no tenían toda la razón después de todo; existían demonios en ambos bandos.
Ahora, el problema es encontrar la solución a ambos problemas; con el viejo dilema, se hubiese culpado a un solo sector: el público o privado; y se hubiese resaltado la teoría de Smith o Keynes y el problema hubiese finalizado casi de tajo; sin embargo, tanto unos como otros mostraron defectos: por un lado, la economía sin regulación derivó en una crisis ecuménica de proporciones perennes; mientras que los reguladores mostraron no tener la capacidad ni siquiera para autorregularse; mucho menos para meter en cintura al sector privado.
La búsqueda de soluciones no se ha hecho esperar; y desde dos frentes de busca terminar con el problema y confeccionar mecanismos que eviten la eclosión de futuras crisis; el método, sigue siendo al estilo Keynes. Por una parte; los Estados Unidos han aprobado, al menos hasta la redacción de este artículo, en la cámara baja el proyecto de reforma financiera de la Casa Blanca y que tiene por objetivo la creación de una nueva agencia federal destinada a supervisar los préstamos de consumo y el diseño de nuevas normas para los instrumentos financieros complejos. Por su parte, la Unión Europea establece mecanismos tendientes a disminuir su déficit fiscal mediante reformas del sistema de pensiones, reducción y congelamiento de los salarios de empleados públicos; ya que estos son un aspecto clave para reducir los costos futuros y para hacer frente a la creciente deuda de los gobiernos; por último, el Parlamento Europeo votó a favor de nuevas reglas para limitar las bonificaciones bancarias; con ello se intenta evitar que los banqueros regresen a la práctica de asumir riesgos excesivos, lo que condujo al estallido de la crisis global en 2008.
Finalmente, lo positivo, sin duda alguna, es el resurgimiento de un ente que se creía desfasado, pues su existencia estuvo en función de otros momentos históricos; me refiero al Fondo Monetario Internacional (FMI). Existen voces y serias intenciones de redefinir su papel exclusivo de prestamista y de volverlo más dinámico; esto es: transformarlo en un ente supervisor; pero no sólo de entidades bancarias privadas; sino también de gobiernos que pudieran estarse endeudando más de lo sanamente permitido. Definitivamente, el viejo dilema Smith-Keynes volvió a surgir; pero esta vez acompañado de nuevos factores aunque, al parecer, la respuesta fue nuevamente al estilo Keynes. Igual que en los años treinta.