lunes, 9 de marzo de 2009

¿PERIODISTAS CULPABLES?

Hace menos de una semana (primera quincena de Febrero); la comisión del tesoro de la cámara de los comunes en el Reino Unido; citó a varios periodistas para que comparecieran sobre un tema en particular (sí; efectivamente, a varios periodistas), se les acusa de haber contribuido a agravar la crisis económica mundial debido a la publicación de sus notas con respecto a la crisis.
Particularmente, Robert Preston, periodista de la British Broadcasting Corporation (BBC), es escrutado (su trabajo) acuciosamente por los legisladores, puesto que este periodista fue el primero en publicar varias de las noticias claves durante el inicio de la crisis bancaria.
En el año 2007, fue el primer reportero en dar a conocer que el banco británico Northern Rock había negociado un préstamo de emergencia del banco de Inglaterra (Banco Central) para mantenerse a flote.
Al día siguiente, miles de clientes estaban haciendo filas frente a las sucursales del Northern Rock. Por lo que algunas personas acusaron a este periodista de provocar la primera retirada masiva de ahorros de un banco británico en 150 años. Nada más, nada menos.
Este acontecimiento ha generado controversia en el Reino Unido; sobre todo porque con esta cita a comparecencia; se viola de manera flagrante la libertad de expresión; sobre todo la de una persona profesional que esta cumpliendo con una labor social: la de informar.
Y en momentos aciagos; como los que se desprenden de esta gran crisis mundial; la ciudadanía tiene todo el derecho a saber que es lo que en realidad esta sucediendo.
Tal y como lo afirma el propio Preston:”Si considero que la gente tiene derecho a saber que un banco que ellos creen seguro no lo es, por supuesto que lo voy a publicar”
El público tiene derecho a saber y punto. No hay vuelta de hoja. Ni nada que rebatir.
En plena era de la Transparencia y la rendición de cuentas (aunque no tanto para los europeos; puesto que estas medidas son sumamente inveteradas); me sorprende que el Reino Unido (país desarrollado) busque castigar a periodistas por haber informado oportunamente a la sociedad. Pareciera que la opacidad lucha por regresar.
En todo caso, quienes debieron estar compareciendo –que lo acaban de hacer y pidieron perdón- son los banqueros. Es decir, los verdaderos culpables. Y porque no decirlo; quizá hasta algunos políticos por no haber regulado el sistema bancario en su debido momento.
No conformes con la acusación; los diputados todavía preguntaron a los periodistas si sus historias han contribuido al sentimiento generalizado de negatividad acerca de la economía británica.
A lo que los periodistas respondieron: “Nadie dio la alarma o muy pocos de nosotros lo hicieron. Por eso, pienso que no estaríamos cumpliendo nuestro deber para con nuestros lectores y el público en general si no analizáramos este tema hasta la médula y, seamos sinceros, las aflicciones económicas y financieras del Reino Unido son muy severas”.
Nuevamente los periodistas están en toda la razón. No por el hecho de que una nota trascendental e imprescindible para el buen funcionamiento del sistema político y social vaya a causar alarma en el seno de una sociedad; los periodistas deben por esto guardar silencio. Si así fuera los escandalosos casos de ENRON en Estados Unidos y Parmalat en Italia nunca hubiesen salido a la luz pública. Y ni que decir de nuestro FOBAPROA.
Callar para no generar turbulencia no es lo más éticamente correcto.
La situación es muy alarmante; me parece que fue un error haberlos citado a comparecer; y sobre todo acusarlos de esa manera. La función social de los periodistas es informar de manera objetiva; en nuestro país esa palabra provoca náuseas en la mayoría de los informantes.
Lo paradójico; es que una nota objetiva; llevó a estos periodistas al banquillo de los acusados. Este es sin duda alguna; un claro atentado contra el buen periodismo. Ese que tanta falta hace por su contribución social.
Lo que está en juego por una parte, sin duda, es el derecho a informar por parte de los periodistas y, por la otra, el derecho a saber que tenemos todos como Civitas. Más aún tratándose de cuestiones tan delicadas como lo supone la pérdida del patrimonio familiar en una institución financiera irresponsable; tal cual el ejemplo del Northern Rock.
Esta acción retrograda, propia de gobiernos y regímenes autoritarios; debe ser denunciada y condenada a los cuatro vientos; sobre todo porque se corre el riesgo de sentar el precedente. Y pero aún; el acontecimiento se dio en un país desarrollado; no quiero pensar que sucedería en países como el nuestro. Seguramente habría periodistas incómodos al sistema tras las rejas.
La respuesta, pues, a la interrogante que encabeza el título de este lacónico análisis es… NO.
Los periodistas no son culpables de informar objetivamente la verdad. Son culpables de ser parciales; diletantes, subjetivos, de volverse petulantes y pedantes ante los micrófonos, cámaras o notas periodísticas por el solo hecho de estar frente a estos.
Pero jamás –reitero- por decir la verdad.
Fue brillante la defensa del periodista de la BBC; fue canalla la acusación de los legisladores al buscar chivos expiatorios ante la generalizada recesión mundial.
La razón asistió a quien la merecía; en este caso; a los periodistas. Lo que no debemos soslayar es la gravedad de este atentado contra la libertad de expresión; contra el derecho de la ciudadanía a estar informada; contra la labor periodística misma. Sobre todo cuando el periodismo resulta pragmático, objetivo y su función es la de coadyuvante al desarrollo social; tal como sucede en el viejo continente.
Y en ese sentido; más vale estar alerta ante cualquier suceso de iguales características por estas latitudes; porque, definitivamente, lo negativo es sumamente contagioso.
Bien por los periodistas; el periplo valió la pena: Los ciudadanos tenemos todo el derecho a saber.

¿Fin de los comerciales?
En la Francia de Nicolás Sarkozy; se ha presentado una iniciativa escandalosa: el ejecutivo propuso eliminar definitivamente de la televisión pública los anuncios comerciales; la razón es que son muchos más los comerciales que los programas televisivos. Y estas constantes interrupciones comerciales resultan tediosas y hartantes para la población en general. La medida parece buena para los homo videns. No tanto así para los consorcios mercantiles. Interesante desenlace tendrá esta propuesta.