miércoles, 19 de febrero de 2020

SOCIEDAD PERDIDA

Me invitó un profesor a platicar con sus alumnos, estaban un poco inquietos por el fatídico caso de la pequeña Fátima; de pronto el tema se volcó a una serie de preguntas entre las que destacó sin duda alguna la siguiente: ¿Estamos perdiendo la sociedad? Mi respuesta fue que la sociedad no está perdida por el hecho de que haya violencia, tampoco por el triste caso de la niña Fátima, ni por los feminicidios que parecen no tener fin y que son tan recurrentes que ya parecen ser noticia de todos los días. No, la sociedad, es decir la convivencia como comunidad parece perderse cuando estas noticias se vuelven tan cotidianas que de pronto perdemos la capacidad de asombro, cuando la indignación es solo coyuntural, efímera, momentánea, cuya ignominia se difumina cuando otro suceso igual o peor de lamentable se presenta; y el que nos indignó en su momento ha quedado olvidado. La euforia de la operación mochila producto de la psicosis de la tragedia del Colegio Cervantes y los calamitosos sucesos apenas suscitados el mes pasado han quedado ya olvidados. El caso de Ingrid Escamilla, desollada por su esposo a principios de este mes, opacó el caso del Colegio Cervantes y la indignación se volcó al feminicidio; después el caso de Fátima encauzó la indignación hacia el infanticidio; y de pronto las voces generales de la sociedad comenzaron a cuestionar ¿qué es lo que no está pasando? Pero no nos está pasando nada que, lamentablemente, no nos haya sucedido anteriormente. Del 2015 al 2019, según el índice GLAC, la tasa de feminicidios en México se elevó en 111%, y según la Red por los Derechos de la Infancia en México, cada día son asesinados tres niñas, niños y adolescentes, y desaparecen diariamente cuatro. Es decir, se trata de sucesos tan comunes que no reciben la misma cobertura mediática que otros, sin embargo, ello no significa que debemos aceptar que el mal es endémico y por tanto casi inexpugnable, pero asombra la rapidez con que un sucesos opaca al otro y esa misma cadena hace que los eslabones se vayan sucediendo y quedando en el olvido hasta transformarse solo en cifras que después a muy pocos les importa. Pero ni siquiera esto nos hace perder la esencia de la sociedad, de la convivencia, sino el aislamiento mismo y el desdén por los demás es lo que nos hace vivir “aislados en comunidad”. Otro suceso en Monclova en donde un hombre masacró a su esposa a golpes y después de varios días descubrieron; por el olor; que guardaba el cadáver de su pareja y todos los vecinos dijeron que escuchaban constantemente agresiones físicas y verbales, pero nunca denunciaron ni hicieron nada al respecto. Es justamente ese desdén, esa indiferencia, esa apatía por hacer una llamada y denunciar casos de violencia contra mujeres y niños, esa indiferencia al ver a infantes caminando solos por las calles, esa falta de interés por el bienestar del prójimo que de pronto hace que la sociedad parezca estarse perdiendo, pero no es así, la sociedad continua, con sus tejidos rotos, con sus desigualdades y sus injusticias, con sus deleznables actos que nos hacen cuestionar la racionalidad del ser humano, sí, a pesar de todo esto no se va a perder, lo que estamos perdiendo es la humanidad misma, aquella que nos ha hecho distinguirnos como especie, como comunidad que se cuida a si misma y que vela por la integridad de sus miembros. La sociedad no se está perdiendo, la humanidad es lo que nos está abandonando.