Los resultados ya no sorprenden a nadie, pues los mismos ya son condición
“sui generis” del sistema educativo de nuestro país. La Organización para la
Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) vuelve a publicar su lista de países
evaluados mediante la prueba PISA y como siempre en 15 años, nuestro país
aparece en el último lugar de los miembros evaluados. Gabriela Ramos, directora
del gabinete de la OCDE fue enfática y contundente: “el desempeño de México
siempre fue decepcionante, y continúa siéndolo”. PISA, evalúa el desempeño de
los estudiantes de secundaria en ciencias, lectura y matemáticas, y en su
última medición de 2015, los resultados son bastante deplorables, pues en
términos generales, la mitad de los estudiantes de secundaria en México no
poseen los elementos básicos para poder competir en el actual contexto global,
condenando su futuro educativo a perpetuar el pauperismo que distingue a más de
60 millones de habitantes de este país. No sorprende, desde luego, que haya
iniciado la búsqueda de culpables, sobre todo cuando las miras apuntan a un
gobierno federal que recién ha implementado una reforma educativa. Y aquí
precisamente, es menester señalar que no es el gobierno federal el culpable,
pues la reforma tendrá sus primeros resultados dentro de mínimo un sexenio
más. Entonces, la pregunta es obligada:
¿de quién es la culpa?, ¿de los maestros?, ¿de la falta de recursos?, ¿de las
vicisitudes políticas?, ¿de los mismos alumnos que no tienen la capacidad para
obtener buenos resultados? Podemos comenzar por los señalamientos obvios como
la falta de recursos, y aquí los números parecen demostrar que este no es el
problema, pues nuestro gobierno invierte casi 28,000 dólares por estudiante
entre el intervalo de 6 y 15 años.
Tratándose de los vaivenes políticos, la reforma educativa fue constitucional,
es decir, atravesó todo un proceso que asegura que intentar reformarlo
requerirá un gran esfuerzo similar al “Pacto por México”, que difícilmente se
presentará de nuevo. Restando del problema a las autoridades actuales, a la
falta de recursos y a los vaivenes políticos, ¿sería entonces posible culpar al
binomio maestro-alumno? ¿Hasta dónde el desempeño docente es culpable del
atraso educativo de este país? Me atrevería a culpar a los docentes, pero no a
los actuales, sino a los que les precedieron y que fueron producto de un
sistema anacrónico que se preocupó por llevar educación a todos los rincones de México, pero sin poner
atención a la calidad, y que fueron sobornados por un sindicato al servicio del
partido gobernante. Viejos vicios aún están arraigados, vicios que seducen a
docentes que no esperaban un cambio radical que buscara resolver nuestro marasmo
educativo. PISA, PLANEA, EXCALE, son solo reflejos de una realidad que se
resiste a desaparecer bajo una reforma que intenta desplegarse sin encontrar un
rumbo determinante. Aun y si encontramos un solo culpable, la pregunta que
debemos respondernos es cómo hacer para encontrar el camino de la redención de
la pobreza educativa, aquella que nos saque del sótano que nos condena al
subdesarrollo. La actual reforma nos dará una respuesta, pero debemos esperar a
que rinda sus primeros frutos o muestre sus debilidades y rediseñar la
estrategia. Nadie dijo que derrotar al pasado sería sencillo.